7.17.2014

Mental

Esto es una prueba. La prueba antes de escribir de verdad. Las pruebas también se esperan y esperan. Todo entre ellas. Es chistoso pero es verdad. Y este texto también es una espera. Muy apresurada. Porque aquí varios necesitan salvarse. Eso dicen. Pero siempre me niego a las circunstancias. Al menos mentalmente. 

7.03.2014

Todo y saberlo esconder

Soledad es mar. 
Yo aquí esperando milagros que no terminen en desastre natural.
Con el anillo que me diste hice otros dos que —hasta su digna agónica próxima muerte— forman trillizos. Cometí el error de madre y creadora. 

No conozco El error,
¡Una de las dos cosas!


6.19.2014

Anaranjado

El domingo, día del padre, visité la casa familiar. Me enteré que mi prima/hermana —labios morados— ahora trabaja vendiendo chicles en los camiones.

Predestinaba al fracaso Orange is The New Black como la sucesora de Veronica Mars. No sólo fue el alboroto que se armaba en mi TL respecto a la serie —que me recordó cuando intenté ver telenovelas en la primaria porque en el recreo las chicas de mi salón sólo hablaban de la trama de éstas, lo que me regresa a labios morados—, hubo algo más que no dejó que pasara desapercibida la serie; una palabra: anaranjado.

En la infancia quería que mi color favorito fuera el verde o el azul. Siempre me gustó el rosa. En la preparatoria fue el verde. En la universidad descubrí que mi color era el anaranjado pero seguí con el verde. Al terminar la universidad fui toda anaranjada.

                   Las decisiones tomadas con aparente sinsentido son las más puras.


Al enterarme de que el escenario principal era una cárcel, me reí un poco y convencí a L~C de que viéramos el primer capitulo. Sospechaba que no me gustaría esa serie. Sé cómo es una cárcel. Miento. Alguna vez visité a labios morados al Centro Femenil de Readaptación Social Santa Martha Acatitla. Cumplía lo que sería su primera condena. Hasta el momento ha estado dos veces en la cárcel. Mi hermano también estuvo en la cárcel y nunca lo fui a ver. Con ayuda extra no pasó a población, por lo que estuvo relax su estancia.

Me convencí de ir. Ella quería verme y alguna vez le dijo a mi mamá que me dijera que le llevara un libro. Nunca se lo llevé. Fui pero ni hablar pudimos. Las visitas teníamos miedo de todas las reclusas. Muchas no reciben a nadie y cazan y piden agresivamente. Mi prima tuvo que darle a una, al parecer le debía algo. Nos saludamos y cruzamos pocas palabras. Después de ahí no ha mejorado nuestra relación.

Lo peor de la cárcel es la sobrepoblación, es la roca que provoca la cascada horrible de acciones y hechos que sólo pasan en una cárcel. ¿Ganan las más fuertes? ¿las más astutas? ¿la cárcel es la reproducción del mundo que algún día nos espera a todos?

Pensé más cosas acerca de la vida carcelaria de las que ahora pienso. Pasé del asco, a la comprensión y, años después al ver #OiTNB, a la admiración. Cuánta acción y drama en una vida y parece que nunca lo pidieron, dejándome llevar en esto último por la base metafísica del guión de la serie: el destino.

La serie de internet basada en el libro autobiográfico de Piper Chapman, quien aclara en el primer capitulo que no irá a una cárcel sino a una prisión, donde las reclusas tienen más derechos, no me parece alejada de la realidad. No sólo de la realidad carcelaria sino también de la realidad-realidad (?). ¿Qué es una cárcel o prisión?


El gobierno, la amistad, el amor, la mujer, el hombre. Parece que los mecanismos por los que se rigen las instituciones adentro y afuera son los mismos. La vida en la cárcel es una muestra de microscopio.

¿Exagero?

Pero es que veo que las fichas del ajedrez fueron acomodadas en el tablero antes de que todos llegáramos y eso que el tablero es nuestra creación.

6.11.2014

Reconcomio ante la entrada en blanco


reconcomio.
[según la RAE]

1. m. Impaciencia o agitación por una picazón o por una molestia análoga.

2. m. Impaciencia o agitación por una molestia o ansiedad moral.

3. m. coloq. Prurito o deseo persistente.

5.26.2014

Poema #1052 de Emily Dickinson

Jamás he visto un páramo
y no conozco el mar
pero sé cómo debe ser la ola
y cuál es la apariencia del brezal. 
Con Dios no he hablado nunca
ni el cielo he visitado
pero estoy tan segura del lugar
como si en algún mapa lo hubieran señalado.


I never saw a Moor.
I never saw the Sea —
Yet know I how the Heather looks
And what a Billow be — 
I never spoke with God
Nor visited in Heaven —
Yet certain am I of the spot
As if the Checks were given —


Traducción al español: Rosario Castellanos
[Escrito cca. 1865; publicado por vez primera en 1890]

5.22.2014

Corporaciones = psicópatas

Imagen obtenida de la página de facebook del documental
Imagen obtenida de la página de facebook del documental.

Las corporaciones —institución dominante de nuestra era— son el Frankenstein de la sociedad. Nuestro Frankenstein.

No te confundas, también suelen ser llamadas empresa, compañía o comunidad empresarial. Y son unos pocos individuos que comparten una dirección con el principal objetivo de generar beneficios sostenibles y crecientes, además de legales, "claro". Más y más sin mirar el cómo.

El "error de dedo" ocurrió después de la Guerra Civil (1861-65) estadunidense, cuando al aprobarse la Decimocuarta Enmienda —que buscaba proteger a los esclavos recién liberados, respetando sus derechos constitucionales— los abogados de las corporaciones exigieron que éstas también fueran tratadas como personas; y bueno, al tribunal supremo se le hizo normal que el capital y la propiedad tuvieran derechos y aceptó.

Ok. Aceptamos que las empresas son personas. Lo que sigue es una examen. ¿Cómo sería una persona que se comportara como una empresa?

Les cuelo los resultados que lo diagnostican como psicópata:
  • Cruel indiferencia hacia los sentimientos de los demás;
  • Incapacidad de mantener relaciones duraderas;
  • Temerario desprecio hacia la seguridad de los demás;
  • Falsedad: mentir y engañar repetidamente a los demás para obtener un beneficio;
  • Incapacidad de sentirse culpable;
  • Incapacidad para ajustarse a las normas sociales relacionadas con el cumplimiento de las leyes.

El documental The Corporation, de producción canadiense y dividido en tres partes, se explican y dan ejemplos de cada uno de los síntomas. La segunda parte habla sobre la determinación de la empresa de poseer todo lo que encuentra a su paso: la consciencia de adultos y niños a través de los medios de comunicación; el medio ambiente y hasta nuestro ADN. En la última se ubica y muestra el historial de indiferencia de la corporación hacia la democracia y lo que los activistas hacen al respecto.

5.17.2014

Una pesadilla, un libro para descargar y desvaríos varios


Mantengo en mi boca, durante más de 10 segundos, el agua mezclada con café soluble y azúcar blanca recién recalentada en el horno. Hasta cierto punto la bebida está cargada. No sabe mal. De repente pienso que tecleo en una máquina de escribir. Me trago el sorbo. Desde pequeña me relacioné con máquinas de escribir... como desde los... ¿8? Nunca aprendí a mecanografiar. Mi papá es abogado litigante.

A punto de comenzar la secundaria (técnica), en esos días ¿propedéuticos?, cuando nos enseñan los salones y conocemos a los maestros, prefectos y administrativos, yo mantenía la idea de que tenía inclinación hacía el taller de secretariado, quizá ciertas aptitudes, nada súper-egocéntrico lo reconozco; antes de elegir me pareció que sería una buena opción. Pero me gustaba todo. En el cuestionario de aptitudes, cuyo resultado utilizarían las autoridades escolares para colocarnos a todos los estudiantes en dichas materias prácticas, en las que duraríamos los 3 años de la escuela, fui tan neutral en todas las opciones –máquinas y herramientas, secretariado, electrónica, electricidad e industria del vestido – que sospecho que me aventaron a lo más obvio: Industria del vestido.

De pequeña, y hasta mediados de la educación media superior, me obligué a adoptar el gusto por lo que realizaba. Tenía que mentalizarme antes de hacer algo que no me gustara, si no no podía. Cuando no lo lograba, empezaba a sudar lumbre: pensaba las peores de las cosas; me enojaba con todos y más conmigo. 

Un sueño a los 9 años de edad. Un día que tuve una tradicional riña con mi prima/hermana, mi compañera y amiga con la que siempre me peleaba y competía hasta la escuela primaria. 


"La primera vez que la vi, pensé que así eran los ángeles", dijo Flavio, el dirigente de la estudiantina, que dijo la primera vez que nos vio, refiriéndose a ella. Ella tenía los labios más carnosos y bonitos que conocí en mi infancia; cuando hacía frío se le ponían morados, casi negros. Todavía guardo una falda que alguna ves me prestó y nunca le devolví, en ese entonces no me quedaba.

EL SUEÑO: Estamos ambas en el patio de la casa de mi abuelita materna, donde las dos vivimos. Hay una higuera de fondo. Pasan más personas pero nadie se queda mucho tiempo; entre ellos, los señores de la frutería a los que mi abuelito les renta el local. Aprovecho que no pasa nadie y que ella está distraída recogiendo algún papel, juguete o basura para morderle el brazo. Le arranco un pedazo de carne. Se nota la mordida. Chorrea sangre y llora. Se olvida de mí. No piensa. Duele y sufre. Yo me quedo congelada y empiezan a llegar mis tías y ¡mi abuelita! que la empieza a curar y cuestionar. La prima/hermana no responde. Ya se le puso la cara morada. Todos se asustan. Alguna tía la regaña porque no habla y no respira. Nadie me mira, y quiero regresar el tiempo. La multitud se disuelve para llevarla a algún lugar, ya sea en la casa o en el sanatorio de la colonia. Nadie me acusa. Me quedo sola en el patio, con ganas de llorar pero sin poder. Quisiera no ser mala. O al menos ser mala como ella: de frente. Mi mamá me habla y me dice que mi papá quiere que barra el patio. 

La intens(c)ión era escribir un post sobre mi lectura de Escritos para desocupados; cosa de la que me desvié y estoy segura que no puedo regresar porque "estoy segura".


El libro de Vivian Abenshushan es una especie de ensayo compuesto de otros ensayos; me parece una historia de la contracultura de nuestros tiempos. Habla del trabajo asalariado y no asalariado en México; del ocio y los beneficios de éste para el trabajo; las injusticias en el ambiente laboral; de la tiranía del copyright (nombre de uno de los textos); de la importancia del contraensayo ("libres, anar- quizantes, imprevisibles, anómalos").

Algunos podrían tildarlo de fantasioso y eso me emociona. Considero que desde las primeras oraciones sabrás si te gusta o no, y decidirás si sigues por puro morbo o de plano abandonas la misión. 

Fue publicado bajo la licencia de Creative Commons, y su contenido lo puedes "reproducir y compartir por cualquier medio, siempre y cuando no se haga con fines comerciales, se respete su autoría y esta nota se mantenga". Así es que, si es que existe la cruda de la descarga, no te preocupes porque viene con birria incluida.  

Para llevar comiendo: 

5.16.2014

5.14.2014

De la esencia de la cultura, de Georg Simmel

—El cambio de la moda indica la medida del embotamiento a que ha llegado la sensibilidad. Cuanto más nerviosa es una época, tanto más velozmente cambian sus modas, ya que uno de sus sostenes esenciales, la sed de excitantes siempre nuevos, marcha mano a mano con la depresión de las energías nerviosas. Esto es ya de por sí una razón para que las clases superiores se constituyan en sede de la moda.

5.13.2014

Más lluvia


Una cura contra la depresión que no sé si funciona

Me quema el sol. Tomo café y fumo tabaco.
Estoy en el edifico llamado trabajo.
Veo mi encendedor anaranjado pequeño y pienso en el oxxo donde lo compré, y compré también mi desayuno de esta mañana: un sándwich con tres panes, una rebanada de jamón, una rebaña de queso amarillo y algunos chiles picados en cuadritos.
Pienso qué comeré.
Dos días después recuerdo el consejo de una amiga muy querida de la universidad: una coca-cola y fumar tabaco. Cuando tuvimos aquella conversación —antes de alguna de las tantas clases en las que me tenía que mentalizar antes de entrar al salón— no era yo todavía una fumadora habitual de marihuana. Yo me imaginé el refresco bien frío e intenté elaborar con ayuda de mis papilas gustativas cerebrales el placer de fumar tabaco mientras te acaricias con las manos, una sobre la otra inconscientemente, y ves algún atardecer.



5.12.2014

A propósito del día de las madres

Un relato de David Foster Wallace, incluido en Entrevistas breves con hombres repulsivos:
El suicidio como una especie de regalo
Había una vez una madre que lo pasaba muy, pero que muy mal, emocionalmente, por dentro. 
Por lo que ella recordaba, siempre lo había pasado mal, incluso de niña. Recordaba pocos detalles específicos de su infancia, pero sí recordaba haber sentido un odio hacia sí misma, un terror y una desesperación que parecían haberla acompañado desde siempre. 
Desde una perspectiva objetiva, no sería descabellado decir que aquella futura madre tragó mucha mierda síquica cuando era una niña y que parte de aquella mierda podía describirse como abusos sexuales por parte de sus padres. Sin embargo, aunque todo esto era verdad, no era el problema. 
El problema era que, hasta donde alcanzaban sus recuerdos, aquella futura madre se odiaba a sí misma. Percibía todas las situaciones de la vida con aprensión, como si cualquier ocasión u oportunidad fueran una especie de examen importante y terrible y ella hubiera sido demasiado estúpida o perezosa para prepararse con antelación. Se sentía como si tuviera que sacar la nota máxima en todos aquellos exámenes para evitar algún castigo terrorífico.1 Se sentía aterrorizada por todo y le aterrorizaba que se notara. 
La futura madre sabía perfectamente, desde una edad temprana, que aquella presión constante y horrible venía de su propio interior. Que no era culpa de nadie más que de ella. Aquello la hacía odiarse más todavía. Esperaba de sí misma una perfección absoluta, y cada vez que no la conseguía la colmaba una desesperación profunda e insoportable que amenazaba con romperla en pedazos como si fuera un espejo barato.2 La futura madre proyectaba aquellas expectativas tan altas en todos los ámbitos de su vida futura, particularmente en aquellos que involucraban la aprobación o desaprobación de los demás. Por esta razón, durante su niñez y su adolescencia, todos la percibían como a una chica brillante, atractiva, popular y admirable; la elogiaban y la aprobaban. Sus compañeras parecían envidiar su energía, su dinamismo, su aspecto, su inteligencia, su disposición y su atención infalible a las necesidades y sentimientos ajenos;3 tenía pocas amigas íntimas. A lo largo de su adolescencia, las autoridades como, por ejemplo, profesores, patrones, líderes militares, pastores y asesores de asociaciones de alumnos universitarios comentaron que la joven «parec[ía] tener expectativas muy, muy altas de [sí misma]», y aunque a menudo aquellos comentarios se emitían desde una voluntad de preocupación o reprobación amables, casi siempre se podía distinguir en ellos una nota ligera pero inconfundible de aprobación —de que la autoridad había emitido un juicio objetivo e imparcial y había otorgado su aprobación—, y en todo caso la futura madre se sentía (por entonces) aprobada. Se sentía tenida en cuenta: sus criterios eran altos. Sentía una especie de orgullo abyecto por la falta de piedad que mostraba hacia sí misma.4 
Cuando llegó a la vida adulta, ya resultaba adecuado afirmar que la futura madre lo estaba pasando interiormente muy, pero que muy mal. 
Cuando se convirtió en madre, las cosas fueron todavía más duras. Las expectativas de la madre hacia su criatura resultaron ser imposiblemente elevadas. Y cada vez que la criatura no lograba algo, la inclinación natural de la madre era odiarla. En otras palabras, cada vez que él (la criatura) amenazaba con comprometer los criterios elevados que eran lo único que la madre creía tener, para sus adentros, el odio instintivo de la madre hacia sí misma tendía a proyectarse hacia el exterior y hacia la criatura. A aquella tendencia se le añadía el hecho de que en la mente de la madre no había más que una separación minúscula e imprecisa entre su propia identidad y la de la criatura. La criatura parecía en cierto sentido ser el reflejo de la propia madre en un espejo que reducía las imágenes y las distorsionaba de forma grotesca. Por tanto, cada vez que la criatura era maleducada, codiciosa, grosera, dura de mollera, egoísta, cruel, desobediente, perezosa, tonta, testaruda o infantil, la inclinación más profunda y natural de su madre era odiarla. 
Pero no podía odiarla. Ninguna buena madre puede odiar a su criatura, juzgarla, abusar de ella o desearle ningún daño de ninguna clase. La madre lo sabía. Y los criterios que usaba consigo misma como madre era, tal y como uno podría esperar, muy elevados. Y era por esta razón por la que siempre que «metía la pata», «hablaba con brusquedad», «perdía la paciencia» o expresaba (aunque fuera mentalmente) odio (por breve que fuera) hacia la criatura, la madre se hundía instantáneamente en un abismo de recriminaciones hacia sí misma y de desesperación que le resultaba imposible de soportar. De modo que la madre entró en guerra. Sus expectativas libraban un conflicto fundamental. Un conflicto en el que sentía que su propia vida estaba en jaque: no poder vencer la insatisfacción instintiva que sentía hacia su criatura daría lugar a un castigo terrible y devastador que en su interior sabía que ella misma iba a infligir. Estaba decidida a tener éxito, desesperada por tenerlo, por satisfacer las expectativas que tenía de sí misma como madre sin importar cuál fuera el precio. 
Desde una perspectiva objetiva, la madre tuvo un éxito tremendo en sus esfuerzos por controlarse. En su conducta externa hacia la criatura, la madre mostró un cariño infatigable, fue compasiva, comprensiva, paciente, amable, efusiva, incondicional y desprovista de toda capacidad aparente de juzgar, desaprobar o negar de cualquier forma su amor. Cuanto más abyecta era la criatura, más cariño se exigía a sí misma la madre. Su conducta resultaba impecable de acuerdo con cualquier criterio de lo que ha de ser una madre excelente. 
A cambio, la criatura, a medida que crecía, quiso a su madre más que a todo lo demás que hay en el mundo. Si hubiera tenido la posibilidad de hablar verdaderamente acerca de sí misma como una criatura realmente perversa y repulsiva a quien, gracias a algún golpe inmerecido de buena suerte, le había tocado la mejor madre del mundo entero, la más cariñosa, paciente y guapa. 
Pero por dentro, a medida que la criatura crecía, la madre seguía llena de odio hacia sí misma y de desesperación. Probablemente, se decía, el hecho de que la criatura la mintiera, hiciera trampas y aterrorizara a las mascotas del vecindario era culpa de su madre. Probablemente la criatura no estaba haciendo más que expresar para que lo viera todo el mundo los defectos grotescos y patéticos que ella tenía como madre. Por tanto, cuando la criatura robó el dinero para UNICEF de su clase o agarró a un gato de la cola y lo golpeó varias veces contra la esquina afilada de la casa de ladrillo vecina a la suya, la madre asumió como suyos los grotescos defectos de la criatura, recompensando las lágrimas de la criatura y las recriminaciones que esta se hacía con una generosidad y un amor incondicional que hizo que la criatura la considerara su único refugio en un mundo de expectativas imposibles, juicios implacables y mierda psíquica sin fin. A medida que él crecía (la criatura), la madre asumió todas sus imperfecciones, las guardó en su propio interior y de ese modo lo absolvió, lo redimió y lo regeneró, sin importar que estuviera acrecentando su propio fondo interior de odio hacia sí misma. 
Y así fue durante toda la infancia y la adolescencia de su criatura, de manera que, para cuando la criatura fue lo bastante mayor como para solicitar diversas licencias y permisos, la madre se sintió casi colmada de odio en su interior: odio hacia sí misma, hacia su criatura defectuosa e infeliz y hacia un mundo de expectativas imposibles y juicios implacables. No podía, por supuesto, expresar nada de aquello. De manera que fue el hijo —desesperado, igual que todas las criaturas, por devolver ese amor perfecto que solamente se puede esperar de las madres— el que lo expresó todo por ella. 
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1. Sus padres, por cierto, nunca le pegaron ni trataron de imponerle ninguna disciplina, ni tampoco la presionaron.
2. Sus padres habían sido gente con pocos recursos, físicamente imperfectos y no muy inteligentes, y la niña se disgustaba con ella misma por ser capaz de percibir aquellos rasgos.
3. Por entonces todavía no se usaban las expresiones ser positivo ni tampoco relajarse psicológicamente (ni tampoco, por cierto, mierda psíquica; ni abusos sexuales por parte de los padres ni perspectiva objetiva).


4. De hecho, una explicación que los padres de aquella chica a la que ya le faltaba poco para ser madre solían darle para imponerle tan poca disciplina era que su hija parecía reprenderse a sí misma sin piedad por cualquier pequeño fracaso o transgresión, de tal modo que imponerle alguna disciplina habría sido, entre comillas, «un poco como darle patadas a un perro».