5.13.2014

Una cura contra la depresión que no sé si funciona

Me quema el sol. Tomo café y fumo tabaco.
Estoy en el edifico llamado trabajo.
Veo mi encendedor anaranjado pequeño y pienso en el oxxo donde lo compré, y compré también mi desayuno de esta mañana: un sándwich con tres panes, una rebanada de jamón, una rebaña de queso amarillo y algunos chiles picados en cuadritos.
Pienso qué comeré.
Dos días después recuerdo el consejo de una amiga muy querida de la universidad: una coca-cola y fumar tabaco. Cuando tuvimos aquella conversación —antes de alguna de las tantas clases en las que me tenía que mentalizar antes de entrar al salón— no era yo todavía una fumadora habitual de marihuana. Yo me imaginé el refresco bien frío e intenté elaborar con ayuda de mis papilas gustativas cerebrales el placer de fumar tabaco mientras te acaricias con las manos, una sobre la otra inconscientemente, y ves algún atardecer.



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